¿Y … tuiteamos o no tuiteamos?
 La semana pasada les planteé por qué considero que Twitter es mi red social favorita. Pero no hablamos de su funcionamiento en sí. Veamos cuáles son los primeros pasos para quienes, movidos por la curiosidad u otra razón, quieran abrir su cuenta y comenzar a utilizarla.
Pero primero aclaremos qué es Twitter. Deriva del verbo inglés to tweet, piar. Es decir, lo que hace un pajarito: ir contando cosas de aquí para allá. Por eso su logo inconfundible es el pajarito azul. Para Wikipedia, Twitter es “la red que permite mandar mensajes de texto plano de bajo tamaño con un máximo de 140 caracteres, llamados tweets, que se muestran en la página principal del usuario. Los usuarios pueden suscribirse a los tweets de otros usuarios – a esto se le llama "seguir" y a los suscriptores se les llaman "seguidores"”. Sí, 140 caracteres. Es prácticamente igual a la extensión de un mensaje de texto de teléfono móvil. Por lo tanto, nuestra capacidad de síntesis es puesta a prueba permanentemente. Así, en 140 caracteres podemos dar a conocer nuestras ideas pero a la vez, se intenta que nos entiendan, que nuestro mensaje no sea malinterpretado. Cosa archidifícil, si las hay en tan breve formato.
Imaginemos que ya abrimos la cuenta. Ahora, a armar la “bio”. Es un espacio en el que me presento, quién soy, qué me interesa o como dicen algunos tuiteros conocidos: “Prefiero no decirlo”. Subimos la foto o una imagen que nos identifique, conocido como avatar. Luego, y como es natural, para interactuar hay que empezar a seguir gente. En ese espacio, sólo exponemos información, ideas o como dice el espacio destinado a postear “¿Qué está pasando?”.
En base a la cantidad y tipo de usuarios a los que vamos siguiendo, se irá conformando nuestra TL (cronología). Es decir, en ella podemos leer qué están pensando o qué quieren comunicar las personas que seguimos. A la vez, con nuestras intervenciones, iremos nutriendo la TL de quienes optaron por seguirnos.
Podemos elegir seguir a servicios informativos, periodistas, medios de prensa, instituciones, personajes públicos como artistas o políticos, y también personas como nosotros: simples mortales que sólo queremos comunicarnos en la tuitósfera, si me permiten el neologismo. Porque otra característica de TW es que se va creando un código propio o jerga, y es así como cada día vemos cómo adecuamos al castellano palabras relacionadas con TW.
Hay algunos más atrevidos que se animan a lanzar “fologüers” que sería la fonética de la palabra inglesa followers, seguidores.
De más está decir que cada vez que ingresamos a TW, los ególatras nos fijamos si tenemos más o menos fologüers que en el último ingreso. O clickeamos la solapita con nuestro usuario, o menciones. Es el lugar donde podemos ver si nos mencionaron o nos contestaron las intervenciones anteriores. Cada nombre de usuario es precedido por el signo @. Por ejemplo, mi usuario, si abrís tu cuenta y me querés enviar un mensaje es @mrbatalla. Lo escribís y luego me decís que este artículo no te sirvió para anda. Este medio periodístico es @pilardetodos.
Pero sigamos, la solapa Actividades es donde podemos chusmear qué hacen los otros usuarios. Pero si no queremos que todos conozcan nuestros diálogos, o tenemos que pasar un número de teléfono o mail, contamos con “Mensajes”. Así, a las personas que nos siguen les podemos hablar en privado.
Hago un reto a mis lectores. Especialmente a los que no tienen cuenta en Tw. Ábranla y cuénteme qué pasa: sirvió o no la lectura de esta nota.
En la próxima entrega nos dedicaremos a acciones más avanzadas para optimizar el uso de la herramienta. Seguiremos tuiteando…¡¡Hasta la próxima!!
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