Todo el color y la euforia: radiografía de la visita de Cristina a Pilar

Nadie del ambiente político de Pilar quiso perderse la visita de la presidente. Ni los funcionarios, ni los militantes o las organizaciones sociales.

Ayer a las 5 de la tarde los chicos salían de los colegios, el centro de Pilar se llenaba de autos y algunos, con suerte, abandonaban sus trabajos. Mientras, la presidente de la Nación Cristina Fernández de Kirchner estaba llegando a Pilar.
Antes, cientos de colectivos cargaban gente por distintas localidades del partido, mujeres, hombres, jóvenes y niños, que con banderas y bombos se preparaban para estar cerca de la primer mandataria. Otros, salían en sus autos.
La nueva planta avícola Tres Arroyos, antes San Sebastián, se fue llenando de gente. En los alrededores, colectivos y autos de media a alta gama. Adentro, por un lado la carpa blanca con el palco oficial y por fuera, el sector popular, presidido por uan enorme pantalla gigante que entregaba todo lo que pasaba en el interior.
Por dentro, frente al escenario el sector “VIP”, con siete filas de sillas blancas y detrás de un lazo rojo, las restantes doce hileras. Al frente, políticos locales, empresarios, autoridades de la empresa anfitriona y la familia del intendente: Totito, el nieto del jefe comunal, que con sus tres años no se pierde ningún acto político,  obviamente junto con su mamá Jazmín, su papá Nicolás Tabarez y Enrique Zúccaro.
Detrás, y bien separados, por la derecha otros funcionarios, las mujeres de Rotary y alguna organización no gubernamental. A la izquierda, operarios de la firma con su flamante uniforme y un grupo chicas de la agrupación CAUSA PERONISTA, que, con sus jeans al cuerpo, convencieron a los operarios para pasar con sus remeras con la foto de Cristina.
Fuera de la carpa, muchas banderas, de la JP, de UOCRA, de CAMIONEROS, de UDOCBA, la música con bombos y trompetas, la gente bailando y los jóvenes haciendo pogo: unas tres mil personas viviendo una fiesta. Afuera del predio había muchas más.
Nadie del ambiente político de Pilar quiso perderse la visita de la presidente. Ni los funcionarios, ni los militantes o las organizaciones sociales. Todos, por cholulos, por obligación o por convicción, estuvieron dentro y fuera de la carpa.
Todos, los que vestían traje o calzaban de zapatillas, las mujeres que fueron a la peluquería o las que se tiñen en sus casas, los que agitaban banderas o los que colgaban mensajes en la Web con sus blackberry, aplaudieron cuando la primer mandataria ingresó a la carpa.
Vestida de impecable negro, Cristina se tomó unos segundos para saludar, y nunca, aún mientras otros daban sus discursos, dejo de saludar. Con su cabeza inclinada unos grados hacia la derecha, su vista contemplativa hacia la gente y las banderas, y su sonrisa casi permanente, dio su discurso y cada vez que pudo, se tomó unos segundos para escuchar “borombombom, borombombom, para Cristina la reelección”.
También frenó su discurso cuando un joven le gritó: “inevitablemente, te amo más que a mi mamá”, a lo que le respondió que eso “no estaba bien“ y aprovechó para recordar la importancia de la militancia de los jóvenes. Aunque segundos después devolvió el piropo. “Yo también los quiero, tanto como a mi hijo Máximo”.
Hasta se permitió un poco de humor la Presidente cuando a través de la teleconferencia con la empresa Lumilagro de José C. Paz se le presentó a Miguel, un empelado que lleva 49 años en la firma. Cristina Fernández le preguntó que hacía a lo que el hombre le contestó que “soplaba” los interiores de los termos. “¿Me imagino que ahora no seguís soplando?”, dijo la primer mandataria, quién terminó la conexión “felicitando a todos los sopladores”.
Luego de un discurso breve, sin menciones para el intendente Humberto Zúccaro y plagado de halagos para los jóvenes y los empresarios de la industria avícola, Cristina saludo y salió rápidamente.
Tarde, a las 20 horas, la Presidente abandonaba la ciudad en combi. Por las calles, miles de militantes caminaban para subir a los colectivos que los regresen a sus localidades, mientras otros manejaban sus autos, tratando de esquivarlos, para volver a sus casas. Estuvieron todos.