sábado 8, enero 2011

Lectores

El cuento de la buena pipa

Sr. Director:

Soy empleada estatal de la provincia de Buenos Aires y cobro mi sueldo el quinto día hábil del mes. Sabiendo que no sería sencillo en enero de 2011 hacerme feliz acreedora de mi salario (como si fuera un premio, y no un derecho para mí y una obligación para mi empleador), me levanté temprano y salí dispuesta a recorrer cajeros automáticos. Salí con la esperanza de que Clarín me estuviera mintiendo, de que TN me hubiera engañado, de que los medios estuvieran creando una campaña de desprestigio para generar caos, de que la imposibilidad de cobrar fuera sólo una sensación de la gente (como la inseguridad). Salí.
Vivo en Del viso, localidad habitada por más de 50.000 personas (por eso están procurando declararla ciudad). Aquí sólo contamos con 4 cajeros automáticos: tres en el Banco Provincia y uno en la Cooperativa telefónica.
Parada uno: Cooperativa. El cajero no tenía dinero. Había allí una cola de 10 personas cuando llegué. Yo me subí al auto para dirigirme al Banco Provincia, pero la mayoría emprendió el viaje a pie.
Parada dos: Banco Provincia. Me encuentro en el Banco con un hermoso cartel que rezaba: “los cajeros no funcionan hasta nuevo aviso por falta de numerario” ¿Falta de qué? Falta de efectivo; porque si buscamos en el diccionario de la RAE numerario es “moneda acuñada o dinero en efectivo”. Claro que hay otras definiciones como “lo relativo a un número”. Moraleja: o a los cajeros automáticos les faltaba un número (y en ese caso me preguntaría quién lo tiene ¿Será el Gran Bonete?) o les faltaba efectivo. El hecho de que hubiera un cartel pegado me hace suponer que desde hace días el banco no cuenta con numerario, pero es sólo una suposición. La pregunta sería (si la contestás te ganás un despertador a pilas) ¿Quién tiene plata para poner en los cajeros si el banco no la tiene? ¿Muchachos, quieren que hagamos una vaquita y les prestemos algo de plata para poner en los cajeros? ¿Será que los bancos deberían contratar personal que en los semáforos pidiera “un pesito pa’l cajero automático”? No importa, me subo al auto y me voy a otro cajero, porque la esperanza es lo último que se pierde.
Parada tres: Cajero del shopping Paseo Pilar. Sin “numerario” como dirían los muchachos del banco (porque decir que el banco no tiene efectivo sería más complicado); sin efectivo para mí, la pobre tarada que quiere cobrar el sueldo.
Parada cuatro: Cajero frente al Country Higland. Este cajero queda a la vuelta de la loma del quinoto, con lo cual guardo la secreta esperanza de que tenga algún dinerito que pueda facilitarme el pago del alquiler. ¡¡Pero no!! ¡¡Tampoco tiene numerario!!
Sesenta minutos más vieja y muchísimo más enojada, vuelvo a mi casa. Harta de que me cuenten el cuento de la buena pipa o de los numerarios. Harta de que el Gran bonete siempre se borre y no se haga cargo. Entiendo que es en vano seguir recorriendo, que quizás sea más prudente esperar. Después de todo Ulises tardó diez años en volver de la guerra de Troya ¿Cómo voy a darme por vencida yo en tan poco tiempo? ¿O será mejor que haga como Penélope tejiendo de día y destejiendo de noche mientras espero para cobrar el sueldo? ¿Me dejarán pagar la lana con tarjeta de débito?








 
 
 
 
 
 
 



 
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