martes 17, agosto 2010

Sobre la inseguridad y las inseguridades

Por Daniel Hirsch *

Los pilarenses vivimos en estos días, con gran estupor y asombro, como de pronto muy lentamente, nos vamos convirtiendo en uno de los centros más importantes de proliferación del delito de la Provincia de Buenos Aires.
Son ya habitué de la crónica policial cotidiana, los robos, las salideras, la toma de rehenes y los asesinatos. También son ya comunes las excusas que las autoridades de turno, que en el último tiempo son las mismas, esbozan para justificarse: "que no hay recursos", "que se están implementando planes y estrategias", "que ya están actuando pero que no se nota", "que pusimos las cámaras y se cortó la luz", "que la culpa es de Provincia", "que la culpa es de Nación" etc., etc.
Lo real y concreto es que la actividad delictiva, cada día convive de manera más cercana con toda la ciudadanía.
Cabe preguntarse, ¿por qué sucede esto en Pilar?, ¿qué condiciones de posibilidad se fueron dando en nuestro distrito, que resultan fértiles para tal situación? Para pensar y analizar estas preguntas, pondré como ejemplo más pequeño, para luego trasladarnos a lo macro, a mi barrio, Manuel Alberti, que tristemente ha pasado a ser recientemente, protagonista de los copetes matutinos que refieren al drama de la inseguridad.
Hay que conceder en primer lugar, realidades que podríamos llamar "jurídicas": por un lado no hay en los casos comprobados de comisión de delitos, una aplicación rigurosa de nuestras leyes punitivas, que ejemplifiquen cuáles son los límites sociales que no pueden transgredirse, lo cual genera la pérdida del temor al futuro castigo. Si el que las hace no las paga, el ejemplo social es el "cambalache".
Por otro lado, las autoridades policiales, que auto limaron su prestigio, no actúan de manera preventiva con la constancia necesaria para dar la sensación de presencia vigilante, sino por el contrario, se observan zonas libres de la prevención policial y su correlato de orfandad vecinal.
También podríamos hablar como condicionante social, la falta de castigo que se observan en los delincuentes llamados comúnmente "peces gordos"; jamás, ninguno va preso, nunca sabemos como se resuelve, quién o quienes son los culpables: secuestro en el verano de Bergara, triple crimen, el robo del siglo al banco Río, etc., sin mencionar los hechos que involucran a funcionarios públicos.
Esa impunidad contagia y alienta a los más chicos a que "todo vale", total no habrá castigos.
Pues bien, esas podrían ser razones, buenas razones, pero hay más, mucho más. Volviendo al protagonismo que mi barrio Manuel Alberti ha tenido en los hechos policiales, ¿por qué sucede esto aquí? A todas las razones dadas, se suman una gran lista de aspectos sociales y culturales que colaboran aún más, en el caldo de cultivo de las conductas delictivas.
Como sucede en todo Pilar, aquí también, la exhibición impúdica y obscena de las riquezas incalculables frente a un barrio con la mayoría de sus necesidades básicas insatisfechas, en plena era de la incitación del consumismo y del "tener" para el "ser y pertenecer", van generando un peligroso resentimiento social, cuando no frustración y resignación, producto de la exclusión de aquellos bienes que otros disfrutan frente a mis narices y que la mayoría, afuera, mira con la ñata contra el vidrio. Ese es un dato no menor. ¿por qué no puede tener eso?, y la publicidad contesta "Just do it".
Por otro lado, veo en mi barrio como las muy buenas medidas sociales de inclusión y contención que generó el gobierno nacional para paliar los nichos de injusticia social, se degeneran en las rastreras prácticas clientelares de los "punteros llena micros" locales, más proclives al "figuretismo" que al brindar una salida educativa o laboral de capacitación concreta, en especial a los jóvenes. Sabemos que si esos pibes y pibas, destinatarios de esas políticas, no toman esa oportunidad para salir del círculo vicioso de la dadiva "porque si" y la holgazanería, y forman un proyecto personal de vida, seguramente serán víctimas futuras de las garras, de aquellos miserables, que amparados en la inimputabilidad de sus jóvenes vidas, los reclutan para sus perversos fines.
Otro dato curioso de mi barrio, es que en una población superior a los treinta mil habitantes, sólo hay UN jardín de infantes público, y NO EXISTE una escuela secundaria pública acorde a las necesidades pedagógicas, para una comunidad que cuenta con tres escuelas primarias públicas. Recientemente se ha cerrado la Casa de la Cultura, no existe un Poliderpotivo público municipal, que congregue a niños y jóvenes alrededor de actividades deportivas, culturales y sociales que le muestren que hay una vida muchísimo mejor y más linda para disfrutar, que aquella que a diario tienen en las esquinas poco iluminadas, más propicias para conocer la droga, que para inculcarles la cultura del trabajo. Es decir, no hay política pública concreta y planificada, que tenga a los niños y jóvenes, como sujetos de derecho, más bien les son negados. Es absurdo pretender en un lugar con políticas públicas del nivel de Angola, tener los jóvenes del nivel social, cultural y educativo de Suecia o Finlandia.
Niños con una vida hecha de carencias, cuyo primer contacto con la estructura del Estado es la dependencia policial, cuya primera mano proveniente del Estado, no es la del médico que lo controla o la maestra que le revisa la cabeza, sino la del agente policial que lo ingresa al patrullero, difícilmente generen actitudes "pro-sociales". Quienes hoy son victimarios, antes, y en muchos casos, desde el nacimiento, son víctimas: de la ausencia del Estado en la educación, la salud, la cultura y el trabajo para sus padres, de la indiferencia social, de la discriminación, en especial de la "mirada discriminadora", de su utilización por parte de adultos inescrupulosos, del paco, de la droga, y cuando no se prestan al juego de la delincuencia, del "gatillo fácil".
Es por todo ello que, sin ánimo de justificar, sino más bien de entender, que digo que es comprensible y lógico resultado, el aumento del índice de hechos delictivos en Pilar. La realidad es bastante parecida en todos nuestros barrios que no pertenecemos al "Mega shopping" pilarense, que se da el lujo de tener una autopista como pasillo principal. La inseguridad y las inseguridades irán en crecimiento, si las autoridades no dejan de mirar para otro lado y comprenden que los niños y jóvenes, son el futuro, pero también son el presente urgente. En serio.

*Dirigente de Manuel Alberti




 
 
 
 
 
 
 



 
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