Nos dejó el domingo

Se fue un amigo de Pilar, falleció “Pajarito” Acosta

Tenía tantos amigos como veces disparó su cámara. Trabajaba como reportero gráfico para el diario Regional de Pilar. Pero como fotógrafo de sociales logró meterse en la vida de cientos de pilarenses.

“Vení, vení”, gritaba Pajarito a través de la cámara, siempre colgada al cuello y lista para ser disparada. El gesto era a un futbolista. De Fénix. Había convertido un gol. Pero Pajarito no salía corriendo para atrapar la mejor imagen. La llamaba, con la mano. Con un gesto breve pero efectivo. Y el futbolista venía, claro. No era para menos; se trataba de la foto de Pajarito, de esas que todo el que se precie de pilarense, nuevo o de siempre, debe tener en algún porta retratos y atesorada en un cajón.
Yo tengo una. Me la sacó cuando el Concejo Deliberante de Pilar reconoció la labor periodística de Roaldo Barbesini, el recordado fundador de Difusora América, primer medio en el que yo trabajé en Pilar. Barbesini ya había fallecido y Pajarito (¿fue en el 2005, 2006?), comenzó a gritar: “Seco es pichón de Barbesini, que lo recibe Seco, Sebastián Seco…”, mientras todos reían por la vistosa timidez que asomaba en mi rostro. Así era Pájaro. Días después me dio la foto. “Para vos es gratis…, una vez que te dan un reconocimiento no te voy a cobrar”, me sonrió al oído. Así era Pajarito.
“¿Que Seco está el día, no?”, repetía Pajarito cada vez que yo entraba a FM Plaza, los sábados a la mañana para hacer un programa en esa radio. Un chiste repetido que en Pajarito sonaba a saludo y caricia.
Se fue un tipo querible. Si hasta fue el más famoso y aplaudido en una fiesta que la SCIPA realizó hace un par de meses con motivo del aniversario de la entidad.
Meta saludo, dar la mano, abrazo y, claro, sonrisas. “Pájaro, tenés que ser intendente, ese debe ser tu anhelo”, bromeamos esa noche un grupo de periodistas. “No me jodás, yo sólo sé hacer esto”, murmuró mientras caminaba hacia un mesa y levantaba la cámara para retratar a quien se interpusiera entre él y sus ganas de perpetuar para siempre una imagen. Los comensales alzaban sus brazos y voces. “Sonrían, miren al Pajarito”. Lo conocía todo el mundo.
Pero Pajarito Acosta (¿alguien lo llamaba por su nombre de pila?), no sólo era un fotógrafo, un colega, un compañero. Era un amigo. Un tipo puro, sincero. De esos que siempre se van pronto y sin avisar.
“Si querés saber cuál es el mejor lugar para sacar una foto… mirá en donde me paro yo”, me recomendó seriamente una vez que, juntos, fuimos a entrevistar a una chica en Derqui. La solemnidad le duró unos 3 segundos. Estalló en una risa interminable, pero entre carcajadas insistía. “Ponéte al lado mío, si es que te dejo”.
Pero como si enfundara su cámara por última vez, Pajarito cerró sus ojos el domingo pasado, a los 62 años, a causa de un paro cardíaco, según un frío e impersonal parte médico.
El deceso se produjo a la tarde, cuando se encontraba en su domicilio junto a su mujer. La noticia fue recibida con gran conmoción por vecinos y colegas que rápidamente sintieron como se les arrugaba el corazón.
Pajarito, además, arrastraba una enfermedad que le había comprometido una de sus extremidades.
Un centenar de personas se acercaron ayer a la sala velatoria para darle el último adiós al fotógrafo, y sus restos fueron enterrados en el cementerio municipal.
Quedan acá su buen humor, su tozudez, y sus mil imágenes que formaron y forman parte de la historia reciente de Pilar.

Sebastián Seco
Director Pilar de Todos