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23 DE SEPTIEMBRE DE 2009
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Carta de lectores

Por una elección del Defensor “abierta y participativa”

Quisiera decir unas palabras acerca del tema de la elección del Defensor del Pueblo y también sobre la participación de las ONG en política…

Por Daniel Hirsch

Sr. Director:
Quisiera decir unas palabras acerca del tema de la elección del Defensor del Pueblo y también sobre la participación de las ONG en política.
Sobre el primer tema esta semana hemos escuchado voces a favor y en contra de la intervención de las ONG en la propuesta y designación de candidaturas, para el cargo de Defensor del Pueblo. Si bien es cierto que no hay antecedentes relevantes de la participación de instituciones en este tema, si los hay de audiencias públicas, con la confrontación de antecedentes de los candidatos propuestos por ONG y colegios de profesionales, que luego son ratificadas por los concejos deliberantes.
Esto demuestra que la participación de instituciones de la sociedad civil es absolutamente posible, y a mi criterio, necesaria además, ya que así se evita que un cargo tan sensible para la sociedad sea fruto de un acuerdo político entre los caciques de los partidos políticos, quizás con más votos en esa ocasión.
Por otro lado, qué hay de malo en que Pilar se convierta en un ejemplo de políticas participativas y transparentes. Por qué sólo podemos ser ejemplo de paraísos inmobiliarios, casos de narcotráfico y mafias pesadas, además de ser un genial ejemplo para el estudio especializado del flagelo de la pobreza y la atroz desigualdad social; con voluntad podemos ser un buen ejemplo.
En cuanto a la participación política, hay opiniones, y lo digo con todo respeto por quienes las dijeron, que me causan gracia, tristeza y entusiasmo a la vez.
Me causan gracia porque quienes «acusan», como si fuera un delito, a las ONG de hacer política son justamente ciudadanos vinculados estrechamente a partidos políticos o que actualmente ejercen cargos políticos, como si fuera que ellos todas sus tardes se dedicaran a hacer «manualidades con porcelana fría».
Esa es una muestra del temor que le tienen a la participación política masiva del pueblo. Y además, si hacen política para ellos está bien, bárbaro, pero si no, se las impugna, margina, discrimina, silencia y olvida.
Me causa tristeza porque se va instalando en el sentido común u opinión pública, que la política es una propiedad privada de la clase, casta o corporación política. El resto, los ciudadanos de a pie, el pueblo en general, que se queda con la ñata contra el vidrio, que mire de afuera, «de la casa al trabajo y del trabajo a la casa», la política es «caca», te mancha, son todos iguales, y cosas semejantes se hacen lugares comunes, acentuando aún más la imposibilidad de cambiar realmente de fondo las cosas, ya que la falta del protagonismo popular que requieren las verdaderas políticas transformadoras, favorecen a los agoreros del «no te metas», cómplices necesarios de los que necesitan un pueblo manso para hacer sus buenos negocios...
Pero lo que a mí en particular me causa entusiasmo, es la convicción de que lo dicho en los párrafos anteriores, es mentira. La política no es una propiedad privada de «los políticos», es mentira que sólo ellos pueden gobernar, es mentira que sólo ellos pueden decidir, es mentira que los necesitamos para siempre, es mentira que nosotros no podemos. Ellos son unos chantas que no quieren que el pueblo se involucre y seguir con sus acuerdos, arreglos, tejes y manejes, de espaldas a los vecinos.
Después de varios años de pensar parecido a ellos, después de haber trabajado mucho en ONG, me di cuenta que estaba en un error, que en las ONG se hace un trabajo estupendo para la sociedad, pero que a la vez es insuficiente para lograr grandes cambios, necesarios para resolver los menores también, que era necesario tener un compromiso social mayor.
Ojalá se haga política en cada institución, en cada barrio, en las plazas, en cada casa, en las escuelas, en los lugares de trabajo; la política es la actividad más genuina, y quizás la única que tiene el pueblo para generar verdaderos cambios y resolver problemas de fondo, tales como la desigualdad. Ojalá llegara el día en que las políticas públicas fueran fruto de la deliberación del conjunto del pueblo y no sólo de sus representantes.
Por lo dicho y para concluir pido, primero, que el mecanismo para designar al defensor del pueblo sea más abierto de cara a la sociedad civil, en especial a las ONG, que concentran hoy una gran participación social. Y, segundo, pido y nos pido a todos, que nos animemos a participar más comprometidamente, no dejemos nuestro lugar en las mesas de decisión vacío, porque otros lo ocuparán por nosotros, y la sabia historia demostró y demuestra que así, nos va mal.

Daniel Hirsch, ex Presidente de Federación de Entidades Intermedias de Alberti y ex postulante a Defensor del Pueblo

 

 
 
 
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