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19 DE FEBRERO DE 2009
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LA SALUD Y LOS RIESGOS DEL ANDINISMO 

Dos médicos argentinos realizaron una investigación científica inédita en alta montaña

Escalaron el volcán Llullaillaco (6.739 metros) en Salta. El trabajo es uno de los pocos en el mundo que evalúa parámetros clínicos a esta altura.

Todavía resuena la tragedia en el Aconcagua y se discuten las medidas de seguridad indispensables para practicar alpinismo. En el país se realizaron pocos estudios acerca de la salud y el rendimiento físico en alta montaña; tener más conocimiento al respecto sería una herramienta fundamental para anticiparse a los inconvenientes.
Por esto, dos médicos argentinos, el Dr. Leandro Seoane, especialista en Emergentología y Terapia Intensiva del Hospital Universitario Austral, y el Dr. Rolando Nervi, emergentólogo y médico generalista de Río Gallegos (Santa Cruz), decidieron emprender una travesía científica a la cima del monte Llullaillaco (6.739 metros), el cuarto volcán más alto del mundo.
Los montañistas iniciaron el ascenso el 18 de enero y bajaron el 26. Durante los 9 días que duró la expedición, evaluaron parámetros clínicos a diferentes alturas: pueblo Tolar Grande (3.500 m), campamento base (4.900 m), campamento 1 (5.500 m), campamento 2 (6.000 m) y a los 6.400 metros. Midieron la tensión arterial, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, la saturación de oxígeno en la sangre, la vista, el mal agudo de montaña y análisis de sangre (ácido láctico) de los ocho deportistas que integraban el grupo. “Los resultados preliminares evidenciaron la amplia respuesta adaptativa a grandes alturas de los escaladores que intentaron cumbre”, señalaron los especialistas.
“En la Argentina hay algunos trabajos en el Aconcagua, pero nunca a tanta altura. Obtuvimos datos de laboratorio que nunca se habían sacado”, destaca el Dr. Seoane. Es, en este sentido, una investigación pionera en el país y una de las pocas realizadas a nivel mundial. ¿El objetivo? Crear una base de datos, y ofrecer información certera y eficaz para el desarrollo seguro del alpinismo.

Mal agudo de montañas y cómo prevenirlo
La enfermedad más temible y mortal en alta montaña es el edema pulmonar o cerebral, provocado por la escasez de oxígeno que ingresa en el organismo. Para medirlo y saber cuándo es tiempo de descender, los andinistas llevaron una escala que indaga en los síntomas del apunamiento y predice el edema. Asigna un puntaje a las cefaleas, náuseas, vómitos, insomnio y falta de apetito, todos signos de lo que se conoce como “mal agudo de montañas”, que puede derivar en edema si no es tratado a tiempo.
“La escala de Lake Louis probó ser muy útil para detectar incipientemente el mal agudo de montañas y detener la ascensión. A todos nos dio un puntaje de riesgo moderado (entre 3 y 4 puntos) y algunos no pudieron seguir ascendiendo”, relata el Dr. Seoane.
Otro de los tests que usaron para predecir el edema fue el de caminata: “Se toma la saturación de oxígeno en la sangre de la persona y después se la hace caminar 6 minutos y se repite la medición. Si la saturación final baja más de 5 puntos con respecto a la saturación inicial, es un valor que predice que se va a padecer un mal agudo de montaña importante”, explica el emergentólogo. Le aplicaron el análisis a todos los andinistas a los 3500 metros de altura y a los 5000, y hallaron que aquellos que presentaban más de 5 puntos de diferencia no pudieron alcanzar los 6000 metros. “Fue predictivo y útil tomar el test antes de subir porque estábamos más alertas”, dice el Dr. Seoane.

Los problemas no aparecen de golpe
La falta de aire que se respira en alta montaña es la causa de todos los males de los escaladores. Los escaladores observaron que a los 6.400 metros el promedio de saturación de oxígeno en la sangre era solo del 65%, cuando a nivel del mar los valores normales van desde el 96 al 100%. Esta dificultad exige un proceso paulatino de adaptación del cuerpo: “Si una persona sube a los 6.000 metros repentinamente, a los 5 minutos muere de edema cerebral o pulmonar –advierte el Dr. Leandro Seoane–. La ascensión nos costó 9 días de ir lentamente subiendo”.
Al cabo de ese tiempo, el doctor explica que el organismo hizo una “adaptación primaria”, que consiste en aumentar el número de respiraciones por minuto, para incorporar más oxígeno. “En lugar de respirar 12 o 13 veces por minuto, que es lo normal, medimos nuestras respiraciones y vimos que llegábamos a las 16 veces por minuto y después, por encima de los 5.400 metros, a las 25 veces por minuto”, cuenta. Por esto, a medida que se asciende, se siente más agitación y el agotamiento muscular es más rápido.
“Los síntomas del cansancio son inmediatos –relata el Dr. Seoane–. Si permanecés a esa altura comienzan los demás: cefaleas, las náuseas, falta de apetito... Después de unos días, el cuerpo empieza a adaptarse a la altura y a temperaturas de menos 20° C. Pero si seguís con esta sintomatología, tenés que descender porque significa que no te adaptaste”.
La falla en los mecanismos de aclimatación y cierta susceptibilidad personal originan la aparición de las enfermedades agudas relacionadas con la altura. Ninguna forma grave de estas enfermedades se instala bruscamente: toda persona afectada por un edema presenta síntomas preocupantes 48 horas antes de llegar a una forma clínica peligrosa. Por esto, los médicos destacan la importancia de los estudios que realizaron para practicar el deporte sin riesgos: “Comunicaremos los resultados de la investigación a la comunidad médica, para contar con más herramientas a la hora de lanzarse en una expedición así”, culmina el Dr. Seoane.


 

 
 
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